Dicen que el Parkinson no mata. También dicen que lo que no mata engorda. Y nosotras no estamos muertas. Nosotras estamos rellenitas. No, no estamos rellenitas, estamos gordas. Más que estar gordas, somos inmensas.
Inmensas todas

Dicen que el Parkinson no mata. También dicen que lo que no mata engorda. Y nosotras no estamos muertas. Nosotras estamos rellenitas. No, no estamos rellenitas, estamos gordas. Más que estar gordas, somos inmensas.
La enfermedad en sí no me vino por sorpresa. La sorpresa fue, sin duda, el momento. De niña, ya me pregunté si de mayor tendría párkinson, como mi abuela.
Mi abuela tuvo la Enfermedad de Parkinson y la vivió hasta el último minuto con aceptación y resiliencia.
Poner el párkinson en el centro de tu vida es poco atractivo. Situarlo en un lugar secundario, aún siendo una enfermedad, también puede ser motivo de admiración y respeto. Ahí lo dejo.
A veces, me siento invisible. Visiblemente invisible. Y olvidada. Otras veces, me siento desnuda, transparente y vulnerable. Es difícil encontrar el equilibrio entre estos dos sentimientos tan diametralmente opuestos y, al mismo tiempo, tan conectados entre sí
Con el párkinson, las mujeres en España tenemos un problema de referentes. Y es que, estadísticamente hablando, el sentido común me dice que entre las 150.000 personas que la Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que tienen párkinson en España, debería haber alguna mujer de relevancia pública. Sin embargo, ninguna se ha armado de valor para hacer pública su enfermedad. Y este dato es muy significativo y nos puede dar una idea del grado de estigma social que percibimos que se esconde detrás de la palabra párkinson.
Las mujeres que tenemos EPIT sabemos que la falta de perspectiva de género es un obstáculo añadido, ya en su detección, a la lucha contra la enfermedad